¿Es posible que Maduro y Guaidó compartan el poder? Sí, mira cómo funcionó en este país

Nota del editor: Jeffrey Sachs es catedrático y director del Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia. Las opiniones expresadas en el artículo son las del autor.

(CNN) — Los acontecimientos en Venezuela podrían derivar en un conflicto catastrófico. La sociedad venezolana está profundamente dividida entre el presidente Nicolás Maduro y quienes lo apoyan, respaldados por los militares, y una oposición liderada por el presidente autoproclamado Juan Guaidó, líder de la Asamblea Nacional.

Según un informe en el diario The Wall Street Journal, que cita a un funcionario de alto rango, Estados Unidos prometió respaldar a Guaidó como parte de un plan secreto desarrollado durante varias semanas. Estados Unidos, junto a Canadá y varios gobiernos de América Latina, reconoció rápidamente a Guaidó como presidente; mientras que China y Rusia apoyan a Maduro. Una chispa podría desatar una guerra civil.

Ninguna de las partes parece dispuesta a retirarse sin pelear; y unas nuevas elecciones en estas circunstancias estarían plagadas de riesgos. Si Venezuela tuviera un sistema parlamentario, unos comicios nuevos podrían producir una amplia coalición entre varios partidos pequeños. Desafortunadamente, con el sistema presidencial venezolano, organizar ahora de alguna manera las elecciones amplificar tanto la fuerte polarización entre Maduro y la oposición, así como  la amenaza de una guerra civil.

El paso dado por Estados Unidos de reconocer a Guaidó es un desafío. El problema es que Estados Unidos tiene el antecedente de acosar a América Latina y de intervenir en la región. Estas intervenciones, tanto directas como indirectas, han llevado a decenas de cambios de regímenes por de más de un siglo.

Incluso si Guaidó tiene éxito en su puja por el poder, millones de personas en América Latina y en todo el mundo verán el derrocamiento de Maduro como el cambio de régimen más reciente liderado por Estados Unidos.

La designación del neoconservador Elliot Abrams el viernes como el nuevo enviado especial del presidente Trump a Venezuela, solo dos días después de que Guaidó se autoproclamó el nuevo líder, solo echará leña al fuego. Abrams ganó notoriedad cuando propugnó el apoyo armado a los contras nicaragüenses y se declaró culpable de dos delitos menores de ocultar información al Congreso sobre las actividades secretas de armar a las fuerzas rebeldes, antes de recibir un indulto presidencial. Aun si Guaidó logra obtener el poder, la visión de Estados Unidos una vez más ayudando a organizar el cambio de régimen resentirá a Venezuela y a la región en los años venideros.

En lugar de un cambio de régimen dirigido por Estados Unidos, ambas partes necesitan compartir el poder de manera temporal, hasta las nuevas elecciones, quizás en el 2021. Parece increíble, pero la historia demuestra que es posible. La exitosa transición en Polonia a la democracia en 1989 brinda un ejemplo relevante. A principios de 1989, Polonia estaba al borde de la catástrofe: bajo una ley marcial, con un gobierno comunista altamente impopular, una economía arruinada y una hiperinflación incipiente.

En el caso de Polonia, la rápida transformación comenzó con las políticas de “perestroika” y “glasnost” (apertura y reestructuración) de Mijaíl Gorbachov. El régimen comunista y la oposición Solidaridad negociaron el Acuerdo de la Mesa Redonda en 1989, lo que llevó a elecciones parcialmente libres para el parlamento de Polonia ese año; esto encaminó al país hacia una profunda reforma económica.

Si bien Solidaridad obtuvo una  victoria significativa con la mayoría en la cámara alta del parlamento, los comunistas retuvieron el control en la cámara baja. El movimiento Solidaridad brillantemente encontró la forma de salir pacíficamente del estancamiento y propuso la solución que se llamó “Su presidente, nuestro primer ministro”. Los comunistas retendrían la presidencia y los “poderes ministeriales” de Interior y Defensa, mientras que uno de los líderes de Solidaridad fue primer ministro con poder para designar su gabinete.

Se puso en práctica este consenso y se mantuvo en pie bajo la guía y el apoyo de Gorbachov, Estados Unidos, Europa y el papa Juan Pablo II. Los comunistas no se inmiscuyeron en la gestión económica. De hecho, el nuevo gobierno polaco lanzó la reforma más ambiciosa de la Historia Moderna, diseñada para que Polonia regresara a la economía europea establecida. Las reformas funcionaron. Se revirtió el colapso económico de Polonia y se reanudó el crecimiento económico, lo que en causó al país para lograr la adhesión a la Unión Europea.

Se evitó por completo la violencia. En 1990, Wojciech Jaruzelski, el último líder comunista de Polonia, renunció y Polonia eligió presidente a Lech Walesa. Por supuesto, para entonces el escenario internacional había cambiado drásticamente, con la caída del Muro de Berlín y la eventual disolución de la Unión Soviética en diciembre de 1991.

Sin duda no existe una analogía precisa entre la Polonia de 1989 y la Venezuela de hoy, pero la comparación es oportuna. Venezuela, al igual que Polonia, necesita un acuerdo que evite una confrontación violenta entre el gobierno y la oposición, un golpe militar, una guerra civil o, aun más desastroso, una guerra indirecta que enfrente a contingentes respaldados por Estados Unidos con aquellos respaldados por Rusia. Un escenario tan sombrío podría sonar rocambolesco. Sin embargo, en estos últimos ocho años Siria ha quedado hecha trizas por una guerra entre terceros.

Y como Polonia, Venezuela ha sufrido un derrumbe económico. Este es el resultado triste y predecible de las políticas fallidas de Venezuela bajo Maduro, avivado también por las sanciones económicas de Estados Unidos que han exprimido aún más la producción petrolera de Venezuela y que han empujado al país a un vertiginoso colapso.

Maduro ganó la reelección en el 2018 cuando la mayoría de la oposición boicoteó las elecciones. La hiperinflación ahora ha llegado a una tasa de 1 millón por ciento al año, y da señales de acelerarse. Venezuela ha incumplido sus obligaciones externas, entre ellas enormes sumas que le debe a China y a Rusia, que sin duda intentarán proteger sus intereses.

En una palabra, todas las partes tienen un motivo urgente para consensuar. Las fuerzas armadas venezolanas buscan proteger su posición privilegiada en el sistema Chávez-Maduro, sin embargo les gustaría poner fin a la catástrofe económica y evitar un baño de sangre. Maduro apunta a conservar el poder, sin embargo es claramente incapaz de resolver la crisis económica de Venezuela. Perdió la confianza de la abrumadora mayoría de la población. Sin embargo, por el momento retiene el respaldo militar.

La crisis humanitaria en Venezuela también es muy grave, con hambre, escasez extrema de medicamentos y desplazamientos a gran escala de refugiados hacia  el exterior. Estas realidades nefastas podrían propulsar una solución de acuerdo mutuo al estilo de Polonia. En dicho acuerdo, Maduro podría conservar la presidencia, los militares de hecho retendrán los ministerios de Defensa y del Interior, y las fuerzas de la oposición se harían cargo de los ministerios civiles y del Banco Central de Venezuela. Guaidó, o algún otro líder de la oposición, sería el primer ministro al frente del gabinete civil y guiaría las políticas económicas. Se pactarían las elecciones para el 2021 o el 2022, quizás bajo un sistema semiparlamentario para ese entonces.

Los principales potencias, en particular Estados Unidos, China y Rusia y los países vecinos acordarían y supervisarían el fin de las sanciones internacionales y la formulación de un programa de estabilización de emergencia. Todas las naciones acreedoras estarían listas para tomar medidas urgentes, como la reestructuración de la deuda, necesarias para poner fin a la catastrófica hiperinflación. El Consejo de Seguridad de la ONU apoyaría estas medidas.

  Ahora no estamos en este camino. Estados Unidos, en cambio, parece estar apuntando a un cambio de régimen y reforzando las sanciones para poner de rodillas a Maduro. Este resultado quizás sea factible, pero dejaría un legado amargo. Muy probablemente, sin embargo, ocasionaría más violencia y una escalada de la crisis económica, y posiblemente desencadenaría una guerra.

Este es el momento de lograr un consenso mutuo urgente, no de una confrontación en la que el ganador se quede con todo.

 

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referencia: cnnespanol.cnn.com

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