Vuelve y juega el aplazado anhelo de la reunificación liberal

Vuelve y juega el aplazado anhelo de la reunificación liberal

 Con el mismo Partido Liberal y Cambio Radical como independientes del gobierno Duque, además de un grupo de «rebeldes» en la U, vuelve a ponerse sobre la mesa la idea de reunir en una sola tolda a todos aquellos que militaron en la colectividad roja en el pasado.

El malestar del Partido Liberal por no haber sido invitado a hacer parte de la coalición del gobierno de Iván Duque, según dijo su director, César Gaviria. La decisión de Cambio Radical de declararse en independencia frente al primer mandatario. Y la fuerte división al interior del Partido de la U donde, en una votación interna, 16 de los miembros de su bancada en el Congreso votaron en contra de sumarse también a la mencionada coalición. Son los tres ingredientes que hoy muchos ven como los ideales para intentar, una vez más, lo que se conoce como la “gran reunificación liberal”.

Y es que, si bien las pugnas internas en el Partido Liberal en la etapa contemporánea vienen de vieja data, nunca lo fueron tanto como en la última década. De divisiones en la colectividad del trapo rojo se puede recordar la que protagonizaron Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán, en la década de los 40 o la disidencia de Alfonso López Michelsen con su Movimiento Revolucionario Liberal en los 60, en plena época del Frente Nacional, aunque después volvió al rebaño para ser presidente en 1974, con un partido unificado.

Las fisuras volvieron a aparecer para las elecciones presidenciales de 1978, con dos candidaturas diametralmente opuestas: la de Julio César Turbay, a la postre ganador, y la reeleccionista de Carlos Lleras Restrepo. Una convención del partido, que se conoció como el Consenso de San Carlos, terminó definiendo al destinatario de los votos liberales, dejando sin embargo heridas que marcaron el comienzo de una mayor división.

Lleras Restrepo dejó la política activa, pero fue el mentor de una nueva figura de la colectividad: Luis Carlos Galán, quien en 1979 anunció la creación del Nuevo Liberalismo, una nueva disidencia en oposición a la candidatura de López Michelsen, que condujo a la derrota en las presidenciales de 1982, cuando ganó Belisario Betancur. Desde ese entonces, la idea de reunificar al partido para la reconquista del poder se convirtió en una obsesión para los jerarcas de la colectividad.

La unidad se alcanzó para las elecciones de 1990, después de que Virgilio Barco ganara la Presidencia en 1886, con un resultado contundente que le mostró a Galán que no tenía otro camino que buscar su regreso a las toldas rojas. La fórmula de la consulta interna fue la ideal para lograr un consenso, pero cuando todo indicaba que el líder del Nuevo Liberalismo sería el candidato oficial, las balas asesinas del narcotráfico truncaron su aspiración, el 18 de agosto de 1989. Entonces, César Gaviria, su jefe de debate de campaña, recogió las banderas para llegar al poder.

Después de Gaviria vino Ernesto Samper, en 1994, cuando el llamado Proceso 8.000, la investigación por la entrada de dineros del narcotráfico a la campaña presidencial, marcó la división irreconciliable del liberalismo. La pugna tomó forma a la hora de buscar sucesor, y aunque surgió la candidatura de Horacio Serpa, un grupo de influyentes dirigentes liberales optó por apoyar una precandidatura del exfiscal Alfonso Valdivieso Sarmiento, y después terciaron en favor de la aspiración suprapartidista de Andrés Pastrana.

El resultado: la derrota en 1998, que dejó profundas secuelas en el liberalismo, que siguió dividido para 2002. Serpa volvió a aspirar y volvió a perder, esta vez en primera vuelta, frente a un candidato de estirpe liberal, que había acompañado en sus comienzos a Samper, pero que optó por una candidatura independiente: Álvaro Uribe, peso pesado de la política en Antioquia, quien impuso un nuevo modelo político a partir de la propuesta de la seguridad democrática. Una victoria que acentuó aún más la división del liberalismo.

El oficialismo se fue a la oposición y se consolidaron varios movimientos de estirpe liberal, pero con matices y jefaturas diferentes. El más exitoso fue Cambio Radical, con el liderazgo del entonces congresista Germán Vargas Lleras, nieto del expresidente Carlos Lleras y mano derecha de Luis Carlos Galán en las épocas del Nuevo Liberalismo. Vargas fue el soporte del primer gobierno de Uribe e incluso durante su presidencia del Congreso se estructuró el acto legislativo que permitió la reelección.

Pero faltaba otra derivación. A raíz de la reelección presidencial, los principales seguidores de Uribe crearon el Partido de la U, que se convirtió en la plataforma esencial de la victoria en 2006. En su organización y liderazgo apareció el entonces exministro Juan Manuel Santos, otro liberal, quien a pesar de que en principio estuvo distante de Uribe, terminó siendo una de sus manos derechas como Ministro de Defensa. Santos, quien en su momento fue opositor de Samper y ministro de Pastrana, quedó situado en la primera línea de la sucesión en 2010.

Todo dependía de que la Corte Constitucional dijera sí o no a un referendo reeleccionista a través del cual Uribe buscaba un tercer mandato. Ese camino se frustró en febrero de 2010 y le despejó la ruta a Santos. Así fue como en una rápida campaña ganó la primera vuelta y para lograr la victoria en la segunda, trazó el derrotero de lo que hoy constituye la filosofía de su gobierno: la Unidad Nacional. En ella lo acompañó el Partido Liberal, pero la realidad política desde ese entonces muestra que en la U, en Cambio Radical e incluso en el uribista Centro Democrático hay fichas con fuerte pasado en las huestes rojas.

Ahora, de acuerdo a los lineamientos que marcó el Estatuto de la Oposición, que obliga a todos los partidos con asiento en el Congreso deben definir su posición ante el Ejecutivo, es decir, declararse de gobierno, de oposición o independientes, vuelve a ponerse sobre la mesa el tema de la «gran reunificación liberal». Y esta vez parece que van muy en serio. Ya se habla de una reunión, la próxima semana, para hablar del tema, en la que estarían precisamente los miembros de la colectividad, los de Cambio Radical y los rebeldes de la U.

Ya se escuchan voces de respaldo a la idea: «La reunificación del Partido Liberal hoy es más viable con la situación política del momento, entre Cambio Radical, los liberales y una facción del partido de la U», manifestó ya el senador Armando Benedetti, de la U. «Me parece válido y sensato, creo que el Partido Liberal trae una larga historia y creo que es un símbolo de grandes avances sociales en el país. Creo que el Liberalismo debe recuperar su esencia”, sostuvo Rodrigo Lara, senador de Cambio Radical.

Igual, toca esperar, pero es claro que el devenir de los hechos políticos genera nuevos escenarios y uno de ellos, puede ser, el de la reunificación de la colectividad roja. Sin embargo, no se ve fácil, al menos por el momento, teniendo en cuenta que en la actualidad en las mismas toldas liberales persiste un fuerte enfrentamiento entre quienes respaldan la jefatura de César Gaviria y quienes se oponen a ella, que lidera el exministro Juan Fernando Cristo. Como quien dice, primero les tocaría arreglar sus divisones internas para después sí pensar en esa anhelada reunificación.

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