Vecinos del Downtown se van de la ciudad por el festival Ultra

Para los fanáticos de la música electrónica bailable, el espectáculo de tres días conocido como el Festiva del Música Ultra es el principal destino para disfrutar de la ultrafiesta y las ultradrogas en el ultrasol de Miami.

Pero para los que viven en el downtown de Miami los 362 días restantes del año, Ultra es ultraruidoso y ultramolesto. Ultra, que atrae a unas 40,000 personas cada día, ha desbordado el Bayfront Park, que evolucionó hasta convertirse en el centro de un vecindario donde la gente pasea con sus perros, lleva a sus hijos a jugar y se ejercitan junto al mar. También les gusta dormir sin escuchar el ruido de los vidrios que se estremecen, y no les gusta comer sin que los alimentos salten del plato en medio de una ola de sonidos graves que también abruma el cráneo

Mientras los asistentes celebrará el vigésimo aniversario de Ultra, un festival famoso en todo el mundo, el viernes, sábado y domingo, al compás de Marshmello, Infected Mushroom y Flosstradamus, los vecinos del downtown se preparan para sacar los tapones de oídos. O se preparan para huir.

“Este año me voy a Davie”, dijo Amal Solh Kabbani, quien ha enfrentado y sufrido el festival en su condo de 50 Biscayne Blvd. durante los últimos ocho años. “La gran mayoría de la gente se va, Si uno se queda, es como vivir dentro de un club nocturno”.

Mientras los asistentes a Ultra se preguntan si el grupo Swedish House Mafia regresará este fin de semana, los vecinos del downtown esperan que la enorme araña que escupe fuego se quede en casa.

Marc Sarnoff, ex comisionado de Miami quien trató de eliminar el festival hace siete años, ha aprendido a tolerarlo. Sarnoff trabaja en un edificio de oficinas en 200 Biscayne Blvd. y como la mayoría de los empleados del downtown, se marcha el viernes por la tarde temprano para evitar los embotellamientos de tráfico causados por el cierre de vías y carrileras.

“Ultra es nuestro Mardi Gras”, dijo Sarnoff, quien vivió en tiempo en Nueva Orleans. “Un año de Mardi Gras me fui a esquiar a Aspen. Inevitablemente, me cansé. El mejor consejo para sobrevivir a Ultra es sencillamente no acercarse”.

Francis Suárez, alcalde de Miami, dice que Ultra es “el Art Basel de los festivales de música”.

“Ya son 20 años y está en nuestro ADN, nos coloca en el mapa mundial”, dijo, aunque reconoció que es una molestia tremenda para los vecinos del downtown. Suárez dijo que no es fanático de la música electrónica bailable, pero que le gusta escucharla cuando está haciendo ejercicios. “No quiero decir que la gente está acostumbrada a Ultra, pero hay cierta aceptación. Como la feria náutica y el [torneo de tenis] Miami Open, es parte de la vida aquí y uno aprende a aceptarlo”.

Suárez y Sarnoff dijeron que el caos y el desenfreno de Ultra ahora es menos. Los problemas del festival con las grandes multitudes quedaron al descubierto en el 2014, cuando un guardia de seguridad fue seriamente lesionado cuando gente que trataba de entrar a la fuerza derribaron una cerca del perímetro. Desde entonces, los organizadores han prohibido la entrada de menores de 18 años, lanzaron una ofensiva contra los excesos con alcohol y drogas y levantaron una verja más robusta. Los arrestos bajaron de un máximo de 109 en el 2013 a 35 el año pasado (además de 59 personas llevadas a hospitales).

“Cada año es mejor”, dijo Sarnoff. “Yo traté de eliminarlo y creo que escucharon. Las medidas de seguridad han mejorado. Antes empezaban a hacer pruebas de sonido a muy alto volumen los primeros días de la semana. El año pasado fue solamente el viernes”.

Sin embargo, los vecinos se sienten como prisioneros en su propia casa. Los edificios de apartamentos se ven obligados a cerrar la primera planta con rejas para evitar que los asistentes al festival se acuesten a dormir en el vestíbulo o ir al baño.

“No estoy contra el Ultra; tiene sus seguidores y mi hija fue el año pasado” dijo Kabbani, ex presidente de la Alianza de Vecinos del Downtown y vicepresidenta de la junta de condominio de su edificio. “Pero no es apropiado que se impongan a la gente que vive aquí.

“Los asistentes toman mucho alcohol, hay fiestas de drogas, muchas cosas indeseables que ocurren directamente frente a nosotros, como encuentros sexuales. El código de vestir incluye no llevar ropas”, agregó.

La Coalición, que lideró el año pasado una petición que pedía la cancelación del Ultra y el festival Rolling Loud —que ha sido reubicado en el Hard Rock Stadium— ha contratado a un ingeniero de sonido para realizar mediciones de la intensidad del ruido de la música durante el fin de semana.

“Hay un debate constante sobre el volumen de la música y si es excesivo, así que queremos recopilar información”, dijo ella.

La Alianza también está cabildeando al Fideicomiso de Administración del Bayfront Park, que se formó para dirigir el parque independientemente del gobierno municipal, para duplicar a $2.5 millones la cuota que se cobra por el alquiler del lugar a los organizadores. El fideicomiso depende mucho del Ultra para su presupuesto de mantenimiento. Más ingresos del Ultra debe permitir al fideicomiso reducir la cantidad de actividades que se celebran en el parque, que se ha convertido en un espacio de alquiler para eventos, dijo Kabbani.

Suárez concuerda en que el fideicomiso debe conseguir la mayor cantidad de ingresos que pueda. y se muestra opuesto a una proliferación de actividades que generan fondos en espacios públicos.

“En todos nuestros parques tenemos que estudiar con cuidado las actividades de entretenimiento con lucro en comparación con el disfrute pasivo”, dijo. “La clave es encontrar el equilibrio adecuado”.

 

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Referencia El Nuevo Herald

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