En Colombia, la primera visita fue de Pablo VI, en 1968: habló de matrimonio y hasta casó a 24 parejas. Juan Pablo II llegó en 1986 y dedicó sus palabras a la justicia social y la construcción de la paz. Desafíos que hoy siguen vigentes.
Cuando Pablo VI dejó Europa rumbo a Colombia, en agosto de 1968, la polémica por cuenta de su encíclica Humanae Vitae apenas empezaba. En aquel texto, que acababa de publicar la Iglesia Católica, el Pontífice rechazaba todo método de planificación que no fuera natural.
El debate llegó hasta nuestro país, cuando el entonces ministro de Relaciones Exteriores, Germán Zea Hernández, dijo que estaba de acuerdo con la píldora anticonceptiva. Una osadía en el país del Sagrado Corazón, que se aprestaba a recibir al máximo representante de los católicos. Zea Hernández fue despedido por el presidente Carlos Lleras Restrepo.
Era la primera vez que un papa visitaba América Latina y el gobierno colombiano cuidó cada detalle para que los tres días que Pablo VI permaneció en Bogotá dejara momentos memorables. Aún se recuerda su visita al barrio Venecia, la misa en el Templete Eucarístico (hoy parque Simón Bolívar), la visita al municipio de Mosquera y la inauguración del 29 Congreso Eucarístico. Cerca de 500 obispos y 80 cardenales acompañaron las celebraciones religiosas del Santo Padre en Bogotá y hasta 24 parejas recibieron el sacramento matrimonial de manos del papa.
Un hecho que guardó total coherencia con el espíritu del papado de Pablo VI, quien desde que llegó al Vaticano (21 de junio de 1963) se dedicó a defender la institución matrimonial. En su encíclica, la misma de la polémica, y que citó en algunas misas en Bogotá, decía que “el matrimonio es, ante todo, un amor plenamente humano, es decir, sensible y espiritual al mismo tiempo. No es por tanto una simple efusión del instinto y del sentimiento sino que es también y principalmente un acto de la voluntad libre, destinado a mantenerse y a crecer mediante las alegrías y dolores de la vida cotidiana, de forma que los esposos se conviertan en un solo corazón y en una sola alma y juntos alcancen su perfección humana”.
El papa 262 de la Iglesia católica dejó otras frases para el recuerdo. En su discurso en Mosquera dijo a miles de campesinos y trabajadores que llegaron a verlo: “Seguiremos denunciando las injustas desigualdades económicas entre ricos y pobres; seguiremos defendiendo vuestra causa, proclamando vuestra dignidad humana y cristiana. Vuestra persona es sagrada y debe ser reconocida efectivamente, sea en el campo económico o en el campo de los derechos civiles, y la participación gradual en los beneficios y en las responsabilidades del orden social”. Un discurso criticado por la clase política de entonces.
El 1 de julio de 1986, otro papa, quizás el más carismático que ha tenido la iglesia católica, llegó a Bogotá. Juan Pablo II
Juan Pablo II, había anunciado su visita días después de la tragedia de Armero, en donde murieron 23.000 personas por la erupción del volcán Nevado del Ruíz. Visitó once ciudades durante siete días. Antes de llegar, Karol Wojtila, delineó los puntos clave de su visita: por medio de una alocución desde el Vaticano, el pontífice insistió en un llamado de paz y fraternidad.
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Señaló que quería encontrarse con el mayor número posible de personas de todas las clases sociales. Incluso se hablaba de una posible reunión con representantes del M-19 y las Farc. Días antes, a la Santa Sede había llegado una carta del M-19. Ever Bustamante expresaba la intención de la organización de mantener una tregua durante su viaje. Por eso su visita se conoce como “los días blancos”.
El próximo 6 de septiembre, 31 años después, el país recibirá, por tercera vez, al heredero del trono de Pedro. Es Francisco, el primer papa latinoamericano y uno de los pontífices más activos en la arena diplomática.