Entrevista al cardenal Pietro Parolin: La diplomacia de la Iglesia es una diplomacia de paz

Imagen de archivo.
La diplomacia de la Iglesia es una diplomacia de paz – En una entrevista al cardenal secretario de Estado

La atención de la Iglesia en el Este europeo, el rol de la diplomacia de la Santa Sede en las zonas de conflicto, las relaciones con Estados Unidos de América, la figura de Helmut Kohl, las esperanzas por Venezuela y el diálogo con el Lejano Oriente, en particular China y Vietnam: es una entrevista en profundidad al cardenal Pietro Parolin publicada en el próximo número de «Regno attualità» y realizada por el director Gianfranco Brunelli.

La conversación hace referencia a la visita programada del secretario de Estado a Rusia en agosto, después de las realizada a Ucrania en 2016 y a Bielorrusia el año anterior. «La atención de la Santa Sede hacia Europa del este — explica el purpurado — no es de hoy, sino que es de hace mucho, y nunca ha desaparecido, ni siquiera en los años más oscuros. Siempre ha considerado importantes las relaciones con la Europa oriental y con Rusia en las distintas fases de la historia». Al respecto el cardenal Parolin recuerda «dos eventos poco conocidos, pero significativos. Durante su visita a Roma, en 1845, el zar Nicolás I, emperador de Rusia, tuvo dos encuentros con el Papa Gregorio XVI. Dos años más tarde estipulará un Acuerdo con Pío IX».

Actualizando la reflexión sobre la presencia actual de la Federación Rusa en el escenario internacional, el secretario de Estado hace notar cómo vienen «a menudo subrayadas las diferencias entre varios países occidentales y Rusia, como si fueran dos mundos diferentes, cada uno con los propios valores, los propios intereses, un orgullo nacional o transnacional e incluso una propia concepción del derecho internacional para oponer a los otros». Es así entonces, prosigue, que «en un contexto similar el desafío es el de contribuir a una mejor comprensión recíproca entre los que corren el riesgo de presentarse como dos polos opuestos». Por tanto, es el deseo del purpurado, «la cuestión de la paz y de la búsqueda de soluciones a las diferentes crisis actuales debería ser puesta más allá de cualquier interés nacional o parcial. Aquí no puede haber ni vencedores ni vencidos. Complacerse de los propios intereses particulares, que es una de las características en esta edad de retorno de los nacionalismo, distrae del ver cómo no sea de por sí evitada la posibilidad de una catástrofe».

La referencia es a la idea de la «tercera guerra mundial por partes» de la que habla a menudo el Papa Francisco, sobre la cual el entrevistador pide un parecer al secretario de Estado. «El sistema internacional — es la respuesta — después del final de la contraposición entre Estados Unidos y Unión Soviética, ha entrado en una fase de gran incertidumbre. Se ha determinado una coyuntura que tiende al multipolarismo diferenciado, por la concomitante presencia de actores grandes, medianos y pequeños; portadores de intereses diferentes y entre ellos diversamente contrastantes. Esto lleva por primera vez después de mucho tiempo a una situación de generalizada conflicto. Estamos frente a la precarización de toda unión, sobre todo cultural, y a una fragmentación dramática. En este contexto geopolítico todo reajuste es difícil». Se trata, aclara Parolin, de «diferentes tipologías de conflictos, localizados y concomitantes: guerras directas, guerras de poder, guerras civiles, guerras solo congeladas y pospuestas»; pero que «se convierten en seguida en conflictos transnacionales. Aunque solo sea por el flujo de dinero y de armas que las sostienen y alimentan. Y sobre todo por las trágicas consecuencias: si piensas en la dramática situación de millones de refugiados y desplazados. Según los datos de Unhcr del 2016, el 86 por ciento de las personas que buscan asilo (más de 65 millones) busca refugio en países del tercer mundo: en gran parte desplazados internos que encuentran asilo en otra parte del mismo país o en países limítrofes. Menos del 10 por ciento busca venir a Europa. Si en el África sub-sahariana, en los últimos tres años, el número de aquellos que viven en pobreza absoluta ha pasado de 200 a 400 millones, no podrá haber en estas áreas y en esas limítrofes ni orden, ni desarrollo, ni paz. El diálogo en este caso es proyecto compartido de solidaridad y de desarrollo entre países ricos y países pobres».

Como consecuencia el entrevistador ha dirigido una pregunta sobre las relaciones con la nueva administración de Estados Unidos. El secretario de Estado observa que «es necesario tiempo para juzgar. No se puede tener prisa. Una nueva administración, tan diferente y particular, y no solo por motivos políticos, de las precedentes, necesitará tiempo para encontrar el propio equilibrio. Cualquier juicio ahora es apresurado, también si a veces puede sorprender precisamente la exhibición de incertidumbre. Nosotros deseamos que Estados Unidos — y los otros actores de la escena internacional — no desvíen de su responsabilidad internacional sobre diferentes temas de la que se ha ejercido hasta ahora históricamente. Pensamos en particular en los nuevos desafíos del clima: reducir el calentamiento global del planeta significa salvar la casa común en la cual vivimos y reducir desde ya las desigualdades y las pobrezas que el calentamiento del planeta continúa produciendo. Pensemos también en los conflictos actuales».

Y a la objeción que la preocupación de la Iglesia para la paz corre el riesgo de resultar descontada e incluso retórica, el purpurado responde que «la diplomacia de la Iglesia católica es una diplomacia de paz. No tiene intereses de poder: ni político, ni económico, ni ideológico. Por esto puede representar con mayor libertad a los unos las razones de los otros y denunciar a cada uno los riesgos que una visión autoreferencial puede comportar para todos. La visita a Bielorrusia — recuerda — fue hecha en el tiempo de las sanciones occidentales y la de Ucrania en medio de la guerra. Esa visita fue la ocasión para llevar a toda la población implicada en el conflicto la solidaridad de la Iglesia y del Papa. Y para que eso fuera visible a todos nos hemos acercado al Donbass, lleno de refugiados, usando el instrumento de la solidaridad con las víctimas de la violencia, sin preguntarles su identidad geográfica o política. El Papa Francisco había abierto el camino con la promoción de una gran recogida de ayudas de las Iglesias europeas y con su sustancial contribución personal. La Santa Sede no busca nada para sí. No está presente ahora aquí y ahora allí, para no perder por ninguna parte. El suyo es un intento humanamente difícil pero evangélicamente imprescindible, para que mundos cercanos vuelvan a dialogar y cesen de desgarrase por el odio antes incluso que por las bombas».

Volviendo a la vertiente europea se le ha pedido al purpurado un juicio sobre la figura de Helmut Kohl. «Ha tenido el mérito histórico de crear el ideal europeo — comenta — come ideal político concreto. La caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana no han sido para él una cuestión interna a Alemania y a su trágica historia, sino el signo del desarrollo de Europa dentro de la cual un gran país como Alemania podía trabajar legítimamente y de forma rentable. No una Europa alemanizada, sino una Alemania europeizada. Kohl había entendido que también la integración europea había sido en cierta medida hija de la política de los bloques Este – Oeste. Y superados esos bloques Europa debía existir como sujeto político, no solo económico. Hoy se tiene a menudo la impresión de que también la vuelta a la idea de Europa, que parece conocer una cierta recuperación, después de una larga fase de reacción antieuropea de la opinión pública y la victoria en distintas naciones de líderes europeistas, se detiene más bien pronto, que tenga un breve impulso, instrumental más que ideal. El riesgo es que se detengan al uso de la Europa en clave nacional. Es como si muchos dijeran: después del ejemplo del Brexit es mejor estar dentro de la casa común europea, quizá cada uno por su cuenta. El nacionalismo (también ese de regreso, como la fuente) tiene las propias raíces en la crisis cultural y religiosa de Europa y termina por vaciar Europa de sus valores y de sus razones».

Recordando el pasado de Parolin como nuncio apostólico en Venezuela no podía faltar una pregunta sobre la crisis del país latinoamericano. El secretario de Estado se reconoce «preocupado por la falta de perspectivas de una solución pacífica y democrática de la crisis». Y «el conflicto, lamentablemente, corre el riesgo de empeorar ulteriormente en las próximas semanas a causa de la decisión del presidente Maduro de tener una Asamblea constituyente, para redactar una nueva Carta Magna, algo que encuentra la enérgica oposición de una buena parte de la población».

Finalmente una mirada al Lejano Oriente. «Respecto a los tiempos pasados — destaca el cardenal — se ponen nuevos desafíos, que esperan respuestas inéditas y creativas, pero en el fondo la finalidad de la Iglesia es la misma de siempre, y es de naturaleza pastoral: llevar a Dios a los hombres y los hombres a Dios. En concreto, la Iglesia católica pide que se le garantizado el derecho de profesar libremente la propia fe en ventaja de todos y para la armonía de la sociedad. Los católicos desean vivir serenamente su fe en los respectivos países como buenos ciudadanos, comprometiéndose con el positivo desarrollo de la comunidad nacional». Y en este marco, concluye el secretario de Estado, es «acogido también el camino de diálogo emprendido desde hace tiempo con los gobiernos de algunos países de la región, entre los cuales la República popular china. El diálogo en sí es ya un hecho positivo, que abre al encuentro y que hace crecer la confianza. Lo afrontamos con espíritu de sano realismo, sabiendo bien que el destino de la humanidad está, antes que nada, en las manos de Dios».

Cortesía: Ecclesia Digital.

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