En la frontera entre Francia y España se encuentran los 415 kilómetros de una de las cordilleras más grandes del mundo: los Pirineos. Unas montañas que históricamente no habían sido fáciles de trepar para los ciclistas colombianos, pero que Rigoberto Urán y Nairo Quintana supieron escalar en este Tour de Francia. En las etapas 12 y 13, Rigo y Nairo se hicieron presentes en el podio.
Una de esas cumbres es el alto de Tourmalet, un muro, como lo apodan en Francia, de 17 kilómetros en el corazón de los Pirineos. Un lugar simbólico y de culto para el ciclismo mundial. Hablar del Tourmalet es hablar del Tour de Francia. Una leyenda que se consumó a raíz de una vil mentira.
Todo empezó en 1910, cuando un periodista se fue a evaluar las condiciones del puerto y, perezoso, le pasó un informe falso al director del Tour, Henri Desgrandes: “He pasado el Tourmalet, la carretera es buena y transitable”. Aunque no hay nada que reprocharle, su falso testimonio, 107 años después, le dio luz verde a una montaña que ha sido el epicentro de momentos épicos y memorables de este deporte.
Sólo hay un escarabajo que ha conquistado el Tourmalet: José Patrocinio Jiménez. El nacido en Ramiriquí (Boyacá), el 11 de junio de 1983 ganó el premio de montaña ubicado en la cima más temible y alta del Tour en una gesta que jamás será olvidada. Ese día, ni el mejor escalador del momento, Lucien Van Impe, ni Robert Millar, a quien tuvo a rueda durante muchos kilómetros, le dieron la talla al pedaleo del colombiano. Al final de la jornada, Jiménez llegó cuarto y se vistió con la camiseta de las pepas rojas (mejor de la montaña), subió 53 posiciones y terminó plantado en la casilla 21 de la general.
“Para ser sincero, en ese tiempo no sabíamos lo que estábamos haciendo. Hoy le doy la importancia que tiene porque la gente me lo recuerda. Ese día estaba viéndome el presidente de la Federación Colombiana de Ciclismo, Miguel Ángel Bermúdez, y eso me emocionó un montón. Fue un orgullo para mí ganarles a corredores de esa envergadura”, rememora.
A sus 64 años, Patrocinio Jiménez no pasa sus días como una persona jubilada, descansando, leyendo la prensa y tomando tinto. Por el contrario, es muy activo, pues es el conductor de periodistas y fotógrafos en los eventos ciclísticos más importantes del país como la Vuelta a Colombia y el Clásico RCN.
Etapa 15 del Tour, 19 de julio de 1993. Se disputaban los 231,5 kilómetros entre Perpignan y Andorra. Oliverio Rincón, que venía con la moral alta tras ganar un mes atrás la jornada de Lagos de Covadonga en la Vuelta a España, puso a vibrar otra vez a Colombia. Ya los tiempos de Lucho Herrera y Fabio Parra eran historia y quien heredó el testimonio fue el nacido en Duitama (Boyacá). “Se hacía lo que se podía. Era una responsabilidad enorme luego de ver lo que Lucho y Fabio habían logrado”, afirma.
En una etapa de 7 horas y 20 minutos, el pedalista del equipo Seguros Amaya se quedó con la victoria y se impuso en dos puertos de alta categoría. Llegó a 1:50 de su perseguidor, Tony Rominger. Aparte, en ese mismo lote iba otro colombiano: Álvaro Mejía, quien llegó sexto y se metió en el segundo puesto de la general. ¡Qué día para Colombia! La antesala perfecta para celebrar el Grito de Independencia.
“Fue algo que siempre había soñado. Le pedí a Dios que me diera las fuerzas para llegar a la meta. En la escapada venía conmigo una figura como Richard Virenque. El recuerdo siempre estará ahí”, dice Rincón.
Cortesía: El Espectador