(Rocío Lancho García). En Guatemala, en los últimos quince años han sido ordenados más sacerdotes que en las cuatro décadas anteriores. Este es uno de los temas que los obispos de Guatemala han compartido con el Papa Francisco con motivo de la reciente visita «ad limina». Los obispos ofrecieron como regalo al Papa una imagen del misionero estadounidense Stanley Rother, asesino por odio a la fe 28 de julio de 1981. «Padre Aplas», como lo llamaban sus feligreses, será beatificado en septiembre y será el primer mártir de la Iglesia Guatemala. Una Iglesia que tiene cada vez más un rostro indígena y joven, como explica en esta entrevista concedida a L’Osservatore Romano, el Presidente de la Conferencia Episcopal Monseñor Gonzalo de Villa y Vásquez .
¿Cómo fue el encuentro con el Papa?
Duró aproximadamente una hora y media, y la conversación fue informal y espontánea: él nos preguntaba, pero también respondía a nuestras preguntas. En resumen, una experiencia muy bonita, familiar, fraterna. Nos sentimos bien acogidos.
¿Cuáles fueron los temas tratados?
Entre las prioridades estaba dar a conocer al Papa la realidad de Guatemala, de la cual él estaba en parte consciente: tanto como país y como Iglesia. Hubo un hecho importante que ha marcado la visita: el regalo que le dimos. El retrato del sacerdote norteamericano Stanley Francesco Rother, que fue párroco en mi diócesis y que será beatificado el 23 de septiembre. En este sentido, leí al Papa una carta muy bella de la junta parroquial de aquella comunidad, indígenas cie por ciento. Después otras cuestiones, como los migrantes – un tema que nos afecta mucho en Guatemala – y la violencia, las sectas que están aumentando rápidamente y las drogas. Respecto a esto último, el problema es doble: por un lado está el tráfico de drogas, en el que se inscriben los carteles mexicanos; por el otro, el consumo y la toxicodependencia.
En muchos países de América Latina existe una gran brecha entre ricos y pobres. ¿Qué hace la Iglesia para estar cerca de ellos?
Somos una Iglesia pobre que está cerca de la mayoría pobre. En el campo, los recursos son muchos, y como nuestro país es predominantemente rural, allí la pobreza está contenida. El problema grave está en el mundo urbano y suburbano, especialmente en la capital, en los barrios, donde se vive una realidad difícil. La brecha entre ricos y pobres es tan grande como la que existe en Brasil. En estos dos países la diferencia es más evidente que en cualquier otra nación de ese continente tan desigual que es América Latina. Esta es la realidad y no hay fórmulas mágicas para cambiarla, porque para encontrarlas habría que recurrir a diccionarios populistas, los cuales no dan a soluciones a medio plazo, sino sólo alegrías a corto plazo, y después más corrupción y deterioro de la vida social. Venezuela es un claro ejemplo de lo que estoy diciendo. Por otra parte, otro hecho evidente es el alto porcentaje de población indígena. Evidentemente, es entre los nativos que hay mayores retrasos en la educación, la salud, la alimentación y así sucesivamente. Hay una deuda histórica con los pueblos indígenas, que para nosotros es el sostén y el fundamento del país.
¿Cómo es la presencia de la población indígena en la Iglesia?
La Iglesia está adquiriendo cada vez más un rostro indígena. En mi diócesis de Sololá-Chimaltenango la mayor parte del clero es indígena y prácticamente todos los seminaristas lo son. Esto expresa concretamente cual es la opción de la Iglesia en el país de mayoría.
¿Están creciendo las vocaciones?
Sí. Mi diócesis es quizás privilegiada, tiene más que otras. Este es un dato de hecho, y de él hemos hablado con el Papa. Nunca ha habido tantos seminaristas en Guatemala como ahora. Durante los últimos quince años han sido ordenados más sacerdotes que en las cuatro décadas anteriores. Las vocaciones provienen generalmente de familias religiosas y dependen también del hecho que hoy hay más oportunidades para estudiar. También hay muchas vocaciones femeninas.
Y en esta situación donde muchas personas se ven obligadas a emigrar ¿Cómo se da esperanza a los jóvenes?
De hecho, el joven puede encontrar grandes dificultades en la formación de una familia, conseguir un trabajo formal, tener un proyecto de vida estable. Pero tienen una alegría de vivir que no tienen los jóvenes europeos. Además muchos asisten a las parroquias y esto enriquece y rejuvenece la Iglesia y, al mismo tiempo plantea desafíos. Naturalmente, debido a la globalización, también los jóvenes guatemaltecos deben afrontar realidad como familias menos estables, embarazos no deseados, madres solteras. Además el drama de la violencia es muy grande e involucra a los jóvenes, tanto en zonas urbanas y en las zonas rurales. La mortalidad juvenil está vinculada principalmente a las muertes violentas. Sin embargo, se vive una vida mucho más alegre en medio de las dificultades. Déjenme darles un ejemplo. He leído el periódico español que un hombre se suicidó porque sufría de atrofia muscular múltiple. Tres días después, en mi diócesis se ha celebrado la Jornada de la Juventud, en la que han participado unos veinte mil chicos. Uno de ellos dio su testimonio: tiene veinte y un años, y debido a un accidente automovilístico, quedó tetrapléjico. Estaba en una silla de ruedas, pero dio gracias a Dios por la vida, por la oportunidad de seguir viviendo.
La población indígena, la migración, la cultura de la vida y la muerte. ¿Han hablado de todo esto con el Papa?
La inmigración es un tema que conoce bien y que le preocupa porque es un drama que afecta a muchas personas en el mundo. También hemos abordado temas más específicos de la Iglesia: la formación, los seminarios, la renovación en las parroquias, los planes de evangelización en las diócesis. El Papa nos animó, nos dio un mensaje de apoyo y ánimo.
¿Qué cosa ha llevado a casa después de la visita «ad limina»?
Venir a Roma es siempre una oportunidad de conocer y profundizar las cuestiones de mayor relieve de la Iglesia a nivel mundial. Además, este año casi todos los obispos de América Latina están haciendo su visita ad limina. Y esto nos está dando puntos de referencia. Y nos está fortaleciendo. El encuentro con el Papa fue muy agradable e importante. Su encíclica Evangelii gaudium es algo que nos debe contagiar continuamente. No podemos ser una Iglesia de mal humor, criticona, amargada, que vive llorando por cosas pasadas. La propuesta evangelizadora de la Iglesia debe dirigirse al presente y al futuro. Aquellos que debemos hacer es comunicar nuestro mensaje con alegría.
L’Osservatore Romano, 29-30 de julio de 2017