Casi tan sorpresiva como la transferencia de Leopoldo López desde la prisión militar venezolana de Ramo Verde a su casa esta madrugada fue el texto de un tuit que publicó Donald Trump el 15 de febrero de este año: “Venezuela debe permitir que Leopoldo López, un preso político y esposo de @liliantintori (se acaba de reunir con @marcorubio), salga de la cárcel inmediatamente”.
Igual de impactante al texto fue la imagen que lo acompañaba, la cual fue tomada en la Casa Blanca. En la fotografía, Lilian Tintori, quien se convirtió en uno de los símbolos internacionales de la resistencia contra la dictadura chavista en Venezuela con su cruzada mediática a favor de la libertad de su esposo, aparece entre Trump y su vicepresidente, Mike Pence. Al lado opuesto de Pence está el Senador Marco Rubio, quien sonríe frente a la cámara tras haber organizado la reunión que, tras el tuit de Trump, se convirtió en noticia global.
Venezuela should allow Leopoldo Lopez, a political prisoner & husband of @liliantintori (just met w/ @marcorubio) out of prison immediately. pic.twitter.com/bt8Xhdo7al
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) February 15, 2017
Por su parte, el nuevo POTUS, cuya seria expresión facial muestra determinación, extiende su brazo derecho al frente suyo y, con su mano derecha cerrada, levanta su pulgar. Es una clarísima señal de apoyo tanto a la pareja López-Tintori como a toda la ciudadanía venezolana oprimida bajo el brutal socialismo chavista.
Frente a sus propios ciudadanos, el mensaje de Trump podría ser: “tras ocho años de debilidad en el campo internacional bajo Barack Obama, hay un nuevo sheriff en Washington”. Es decir, se acabaron los días en que Estados Unidos “lideraba desde atrás” en asuntos internacionales (una frase de Obama), permitía con su inercia militar-diplomática que Rusia extendiera su poder geoestratégico (¿recuerdan la “línea roja” de Obama en Siria?) y aplicaba una política exterior en Latinoamérica diseñada para apaciguar a las dictaduras de Cuba y Venezuela.
Obama habló tímidamente acerca de la necesidad de liberar a Leopoldo López, pero su política hemisférica giraba alrededor de tres ejes que no sólo garantizaban que López permaneciera en la cárcel, sino que fortalecían al régimen que injustamente lo encarcelaba y aún lo mantiene bajo prisión domiciliaria. Como hemos explicado en el PanAm Post:
la administración Obama implementó una estrategia con tres pilares en el hemisferio, sus objetivos siendo los siguientes:
- Lograr el acuerdo entre Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, y la guerrilla comunista de las FARC sin importar el costo para la democracia colombiana.
- Renovar los vínculos diplomáticos y comerciales con la Cuba de los Castro más de cinco décadas después del inicio del embargo estadounidense frente a la isla.
- Apaciguar a la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela para garantizar el éxito del acuerdo Santos-FARC e impedir la implosión de la economía cubana, la cual depende del petróleo venezolano subsidiado (Obama quería evitar una crisis humanitaria en las costas de la Florida como la que causó el Éxodo de Mariel en 1980).
Por su parte, Trump se encargó de que esta estrategia de Obama (la cual coincide con el análisis del expresidente español José María Aznar según la entrevista que le concedió al PanAm Post) se mantuviera únicamente como una nota de pie que rápidamente se hunde hacia el fondo del baúl de la historia estadounidense. El nuevo presidente no sólo dio por terminado el cheque en blanco que Obama le había girado a Santos para su acuerdo con las FARC, sino que, desde su campaña presidencial, adoptó un lenguaje firme y directo frente a la dictadura venezolana. Hace apenas unas semanas, el Vicepresidente Pence
dijo en una cumbre de política centroamericana en Miami que Venezuela es ‘un país que una vez fue rico, y su colapso hacia el autoritarismo lo ha llevado a la pobreza y causado sufrimiento para el pueblo venezolano’. Pence agregó que ‘todos nosotros debemos alzar nuestras voces para condenar al gobierno venezolano por su abuso de poder y su abuso hacia su propio pueblo, y debemos hacerlo ahora’. Sobra decir que el tono firme de estas palabras es del todo distinto al melifluo que usaba Obama para referirse a las dictaduras de la región.
Como escribí en junio, sin embargo, “el fin definitivo de la estrategia de Obama hacia América Latina se confirmó” con el anuncio de Trump de que Estados Unidos iba “a revertir las concesiones que cedió su predecesor ante Raúl Castro…
El hecho es que, con Trump, ha regresado el realismo político a la conducción de las relaciones internacionales de Estados Unidos, y desde este punto de vista Cuba es un enemigo desestabilizador, que gobierna Venezuela como si fuera una colonia y que tiene a Colombia en su mira. Para Estados Unidos, fortalecer a Cuba, como lo hizo Obama, es debilitar a los gobiernos aliados de la región.
Dada la inmensa influencia que ejerce el régimen de Castro sobre Maduro, la fuerte presión de Estados Unidos sobre Cuba no se puede exagerar como un factor decisivo en Venezuela. Y, aunque la dictadura cubana toma decisiones con total hermetismo, las señales indican que Castro se siente debilitado por la postura de Trump (hasta el New Yorker admite que afectará el precario flujo de caja de la dictadura) y que, al mismo tiempo, al régimen cubano le preocupa la inestabilidad de Maduro en Caracas.
referencia: pananpost