Mientras en varias ciudades se habla de posconflicto, en este pequeño rincón de Colombia siguen en medio de la guerra. Dicen que el Estado los abandonó.
Rodeados de selva y agua, habitantes del caserío La Paz ven cómo el frente primero de las FARC ejerce control de la zona.
Afrodescendientes, mestizos e indígenas Nukak Makú, que viven allí, siguen siendo víctimas del enfrentamiento entre guerrilla y fuerza pública.
«El hambre generaliza guerra. Aquí llegan muchachos de otras partes, de otros departamentos, a ver si se encuentran con la guerrilla para que les den ingreso. ¿Entonces qué es lo que pasa? ¿Cuál es la paz de Colombia que nos está brindando el Estado?
A 12 horas de allí está Salto Gloria, otro de esos lugares escondidos de Colombia donde se cultiva más de la tercera parte de la hoja de coca que se produce en el país.
Lejos de renunciar a los cultivos ilícitos, campesinos entienden que ese “es prácticamente el sustento” para vivir y consideran que no fueron tenidos en cuenta en el acuerdo de paz.
Dicen que mientras no les den alternativas para ganarse la vida están dispuestos a enfrentar a los erradicadores.
Con estas preocupaciones en la sombra y mientras la paz no llega a estos confines, una fuerza disidente de las FARC, integrada por cerca de 300 hombres, coge fuerza en medio del abandono.
De referencia: Caracol.