Las autoridades de Panamá incautaron 6,79 toneladas de aleta de tiburón que tenían como destino el mercado asiático, donde su valor pudo alcanzar millones de dólares, y capturaron a cinco personas a las que se acusa de delitos contra la vida silvestre.
Las aletas fueron halladas en un contenedor situado en la localidad de Capira, aledaña a la capital panameña, en el marco de un operativo que involucró diez allanamientos en tres de las diez provincias del país.
«Es la primera vez que logramos una incautación tan elevada de aleta de tiburón», dijo el fiscal general de Panamá, Javier Caraballo.
Con esta operación, agregó, las autoridades panameñas «mandan un claro mensaje a los grupos que se dedican a explotar el ambiente de que no vamos a tolerar ningún tipo de actividades que vayan en contra de la vida silvestre de nuestro país».
De acuerdo con los datos de la Policía Nacional, en los países asiáticos un kilo de aletas de tiburón puede costar más de 1.000 dólares.
«Estamos hablando de que aquí había más de 6,7 toneladas, es decir, estamos hablando de una actividad altamente lucrativa que hace un daño terrible al ambiente marino de nuestro país», destacó Caraballo.
El director de la Policía Nacional, John Dornheim, precisó por su parte a EFE que las aletas fueron encontradas en «más de 245 sacos ya procesadas», por lo que se está ante la afectación de «un número importante de animales» y un gran daño ecológico.
En ese sentido, la directora nacional de costa y mares del Ministerio de Ambiente, Digna Barsallo, tildó de «muy lamentable ver la cantidad de aleta de tiburón» decomisada y recordó que en Panamá esta práctica del «aleteo es un delito, no está permitido y es sancionado».
El aleteo o cercenamiento de las aletas de tiburón es la práctica que consiste en atrapar tiburones, cortarle sus aletas y devolverlos mutilados al mar, donde inevitablemente morirán por asfixia al no poder nadar y conseguir la circulación de agua por sus branquias, desangrados o devorados por otros peces.