A diferencia de lo ocurrido cuatro años antes, y como estela del campeonato de Uruguay, el evento que organizó Italia sí llamó la atención de las distintas selecciones. El incipiente régimen de Mussolini supo ver en la organización del torneo una excelente manera para promocionarse, aunque fuera a costa de la población.
El país se endeudó por la construcción de la gran parte de los estadios y por la renovación de los ya existentes. Además, para la selección local se reclutó a un buen número de jugadores argentinos o uruguayos para reforzar el equipo, en base a sus supuestos antepasados italianos, todo a fin de lograr un triunfo que fuera bandera del nuevo régimen instaurado.
En lo deportivo, fueron 32 los equipos que se inscribieron, obligando a que se tuviera que jugar una fase preliminar, en la que incluso participó la propia anfitriona, para reducir el número de equipos a 16.
Algunos sudamericanos, en respuesta a la desgana de los europeos cuatro años antes, decidieron enviar equipos B, caso de Argentina o Brasil, o no acudir, como fue la vigente campeona, Uruguay, basando su decisión en motivos políticos. Con estas premisas, Italia sucedió en el palmarés al combinado celeste gracias a la permisividad arbitral, que se llevó por delante, entre otros, a la selección española.
La figura: Giuseppe Meazza
A pesar de su olfato goleador y su habilidad, en los Mundiales no llegó a ver portería con facilidad, aunque su presencia con la italiana siempre fue decisiva para ganar tanto en Italia como en el que cuatro años después se celebraría en Francia, elevando su figura a la categoría de héroe nacional. En sus 53 partidos internacionales marcó 33 goles, a pesar de su estadística de tres en nueve encuentros mundialistas. Dio nombre al estadio del Milan e Inter, equipos en el que desarrolló la práctica totalidad de su carrera deportiva. En Italia 34, además de su exquisito fútbol, dejó para la historia la imagen de su desmayo en el partido que enfrentó a su equipo con España, en lo que supuso la prueba más dura para los italianos.
El papel de España: la violencia pudo con la furia
La selección española presentó, en su primer Mundial, un equipo legendario, con Quincoces o Zamora como estandartes. Ellos fueron clave en la victoria sobre Brasil en octavos de final, aunque en cuartos la selección italiana, la anfitriona, supuso un muro infranqueable. A pesar de que los españoles forzaron un partido de desempate, la violencia trasalpina y la pasividad arbitral hicieron el resto: dos goles anulados a España y las lesiones. Hasta siete jugadores no pudieron jugar el desempate, entre ellos Zamora, con dos costillas fracturadas.
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Referencia El Mundo