El encarcelamiento del expresidente Lula ahondó las fracturas en Brasil, que en plena crisis política, moral e institucional, vislumbra un futuro totalmente imprevisible.
Multitudes en llanto, insultos a jueces, carreteras bloqueadas por manifestantes, gases lacrimógenos lanzados por la policía… Brasil se rasgó con la telenovela que acabó con Luiz Inácio Lula da Silva entre rejas.
«El clima de polarización y de radicalización» en Brasil «nos preocupa a todos», dijo la semana pasada el ministro de Seguridad Pública, Raul Jungmann.
Y ahora que Lula está preso, la primera economía de América Latina está aún más dividida a seis meses de una elección en la que es el favorito.
«Brasil atraviesa una crisis democrática en un sentido amplio, que revela un sistema político y judicial sin aliento y sometido a extremas contradicciones y tensiones», explica Christophe Ventura, investigador del Instituto de Relaciones Internacionales y Estrategia (Iris) en Francia.
Después del impeachment a su sucesora Dilma Rousseff en 2016, la entrada a prisión del veterano de la izquierda, de 72 años, complica una elección que se prevé como la más incierta de la historia de Brasil.
Condenado a 12 años de prisión por corrupción, ¿podría Lula ser candidato desde la prisión? ¿Hacer campaña? Los juristas se pierden en las conjeturas.
– «Secuencia volátil» –
Pero su probable ineligibilidad obliga a todas las formaciones políticas a revisar su estrategia.
El Partido de los Trabajadores (PT) asegura que no tiene plan B y reconfirmó el lunes la candidatura de Lula. Sin embargo, está roto en debates internos.
«Lula preso simboliza el fin de un proyecto, de una era», cree André Cesar, de la consultora Hold.
Tanto si adulan al «guerrero del pueblo» como si repudian «el mayor bandido de la historia», los brasileños se preguntan si esta elección es válida si el favorito de los sondeos se encuentra en la cárcel e ineligible.
«El país ya pasó por otros momentos inestables y locos, pero esto es inédito. Nunca en Brasil un antiguo presidente había sido encarcelado por una condena tan controvertida», dice Ventura.
Entretanto, la Suprema Corte -también muy dividida- podría decidir liberar a Lula el miércoles en un nuevo giro teatral que abriría una «secuencia totalmente incierta, volátil», estima.
Tres décadas después del fin de la dictadura militar, la irrupción en el debate de jefes del Ejército encendió las alarmas. En un tuit reciente, el general Eduardo Villas Boas implícitamente apoyó la cárcel para Lula.
Los recelos hacia las fuerzas armadas incrementaron desde que el presidente Michel Temer decretó una intervención militar tan controvertida como ineficaz contra la violencia que azota el estado de Rio de Janerio.
Un mes después, la ejecución de la concejal y activista negra Marielle Franco sigue impune pese a la indignación que su asesinato generó dentro y fuera de Brasil.
En paralelo, la megainvestigación anticorrupción Lava Jato que llevó a Lula a la prisión, continúa haciendo temblar a Brasil en su quinto año. Más de 100 responsables políticos de 14 partidos están bajo investigación.
Los fiscales y jueces anticorrupción, empezando por Sergio Moro, fueron más lejos de lo previsto. Hasta el presidente Temer fue acusado de corrupción y organización criminal, aunque logró salvar la piel en 2017 con el apoyo del Congreso.
Y mientras 13 millones de brasileños están en el paro, la combinación de la delicada situación económica tras la recesión de 2015 y 2016 y «la exposición casi pornográfica de la corrupción» es «explosiva», advertía el diario Folha de S.Paulo.
– «Todo puede ocurrir» –
Exasperados, muchos brasileños están listos para lanzarse a los brazos del diputado de extrema derecha Jair Bolsonaro, un nostálgico de la dictadura que tiene cerca de un 18% de las intenciones de voto para las presidenciales, detrás de Lula.
Pero la saga Lula aún no ha terminado.
Para sus partidarios, es un «preso político». El primer expresidente encarcelado de Brasil.
Para sus detractores, es un hombre que sabe cómo manipular a sus seguidores y a las instituciones brasileñas.
Cuando Lula aún estaba libre, su caravana proselitista por el sur del país terminó entre lanzamientos de huevos y de piedras. Luego de tiros.
En adelante, «todo puede ocurrir», dice Christophe Ventura.
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Referencia AFP