La comunidad de Eliseo Collazos, en una zona desértica y pobre de Lima, sabe por experiencia que no se debe desestimar el poder de las plantas.
«Las plantas son un signo de cambio. Ahora todo el mundo puede tener esperanza de progreso. Todo el mundo que tiene un jardín», dijo una de las residentes que en 2013 se embarcó en un proyecto comunitario para crear «jardines saludables».
Como ella, medio centenar de familias sembraron junto a sus humildes casas plantas ornamentales y comestibles, como rábanos, lechugas, cebollas, zanahorias y maracuyá.
Solo 12 meses después, «la salud social y mental de los participantes había mejorado en un 30%«, le dijo a BBC Mundo Jorge «Coco» Alarcón, el investigador de la Universidad de Washington que lideró este proyecto bajo el programa Iniciativa de las Comunidades Urbanas Informales.
«Más felices y mejor nutridos»
«Me encanta que cuando siembras una planta crece y se hace hermosa. Yo hice este jardín que florece y estoy contenta», dijo otra de las vecinas de Eliseo Collazos.
Alarcón y un equipo de diseñadores paisajistas y especialistas en salud pública midieron el impacto que los jardines tuvieron para la comunidad de acuerdo a varios indicadores.
Cortesía: BBCMundo