Trump busca que EEUU compre Groenlandia

Como si se tratase de la musa de Bernardo Bonezzi en su mítico himno de la movida madrileña, cabe la posibilidad de que en el futuro haya que buscar a Donald Trump en Groenlandia.

El presidente, según ha adelantado este viernes The Wall Street Journal, ha expresado repetidamente a su equipo, con “variados grados de seriedad”, su interés en comprar el territorio autónomo perteneciente al reino de Dinamarca.

Oriundo de otra isla, la de Manhattan, el presidente que alardeó durante su campaña de su buen ojo para las inversiones inmobiliarias, buscaría así ampliar sus dominios a otra isla, la más grande del mundo.

Un vastísimo territorio entre los océanos Ártico y Atlántico, mayoritariamente cubierto de hielo y con una población de apenas 56.000 habitantes, pero rico en recursos naturales y con un nada desdeñable valor geoestratégico.

Trump ya habría mostrado por primera vez su interés en comprar Groenlandia.

Según The New York Times, en una reunión en el despacho Oval en primavera del año pasado.

La idea la habría vuelto a plantear repetidas veces desde entonces, inquiriendo a sus asistentes sobre la posibilidad legal de realizar la compra. Estos, según el Times, habrían evitado trasladar su escepticismo al jefe y, en cambio, acordaron investigar la viabilidad de la operación.

Resulta que la idea de Trump no es totalmente insólita.

Desde una perspectiva histórica, ni siquiera enteramente descabellada en términos legales.

Existen precedentes de compraventa de territorios en la historia del país: en 1803 Estados Unidos compró a Luisiana a Francia por 15 millones de dólares y, 84 años después, compró Alaska a Rusia por 7,2 millones.

Relacionase comerciales previas.

En el siglo XX, el 17 de enero de 1917, Estados Unidos compró a Dinamarca el territorio de las Indias Occidentales por 25 millones de dólares, convirtiéndolo en lo que hoy son las Islas Vírgenes Estadounidenses.

Y Trump no es el primer presidente que pone sus ojos en Groenlandia, ni el que más lejos ha llegado: Harry S. Truman llegó a ofrecer a Dinamarca 100 millones de dólares por la isla en 1946.

Sí es posible, según las mismas fuentes, “que dos Estados concierten un tratado internacional que contemple la cesión de territorio de uno a otro”, “siempre que sea acorde con sus respectivos marcos constitucionales”.

Pero es aquí donde puede estar el obstáculo, agregan, “ya que la mayoría de los estados tienen constitucionalmente blindada su integridad territorial”

En definitiva, el principal obstáculo para una transacción de ese tipo se encuentra en el derecho interno de los países, ya que ningún tratado internacional lo prohíbe.

Las autoridades de Groenlandia no se han mostrado demasiado entusiastas con la idea. “Groenlandia es rica en valiosos recursos como minerales, el agua y el hielo más puros, bancos de pesca, marisco, energías renovables, y es una nueva frontera para el turismo de aventura.

Estamos abiertos a los negocios, pero no estamos a la venta”, ha tuiteado el Ministerio de Exteriores

Aprovechando sus warholianos 15 minutos de gloria para no vender su isla pero sí su producto.

En la misma línea se ha pronunciado el primer ministro

Kim Kielsen: “Groenlandia no está a la venta, pero sí abierta al comercio y la cooperación con otros países, incluido Estados Unidos”.

Argumentos de peso.

Existen argumentos de peso por los que al 45º presidente le puede interesar adquirir Groenlandia.

Por un lado, están esos abundantes recursos naturales de los que hablaba el ministerio groenlandés.

Aunque un 60% de su presupuesto se financia con subsidios de Dinamarca, el salvaje territorio es rico en carbón, cinc, cobre y mineral de hierro. Pero, sobre todo, tendría un indudablemente atractivo para los intereses de la seguridad nacional estadounidense.

Su posición equidistante entre importantes núcleos de población estadounidenses y soviéticos convirtió a Groenlandia en un codiciado activo inmobiliario para los estrategas del Pentágono durante la Guerra Fría. Por eso en 1946 se trató de comprar la isla.

Tras presentar la oferta en una reunión en Nueva York, el secretario de Estado James Byrnes escribió en un telegrama, en un alarde de diplomacia, que esta fue “recibida como una conmoción” por su contraparte danesa.

Cinco años más tarde, ambos países firmaron un tratado que permitía al Pentágono construir en la isla una base aérea, su instalación militar más septentrional.

La isla, por último, tiene un importante valor científico, en el estudio de los efectos del cambio climático. Las amenazas a sus glaciares y las subidas del nivel del mar convierten a Groenlandia, según un experto citado por The Washington Post, en “una canario en una mina de carbón”. Pero, como ha demostrado reiteradamente, no es esta la prioridad política del presidente Trump.

En conclusión

El presidente tendrá oportunidad de hablar de estas y otras cosas en su primera visita a Dinamarca, programada para principios de septiembre. Está previsto que le reciban la primera ministra, Mette Frederiksen, así como los líderes de Groenlandia y las islas Feroe. También la reina Margarita II, quien, al menos de momento, es la única jefa de Estado de los groenlandeses.

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Referencia: El País / JODF

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